viernes, 28 de noviembre de 2008

LA CATEDRA PÍO TAMAYO INVITA


Apertura a cargo de Sary Levy
Decana de la FACES

Veinticinco años después
Mery Sananes
Coordinadora de la CPT-UCV

Saludo de Gustavo Arnstein
Ex-Director de Cultura de la UCV

Saludo de Ildemaro Torres
Ex-Director de Cultura de la UCV

Saludo Estudiantil

Discurso de Orden a cargo del
C.A. Moros Ghersi
Rector Fundador de la CPT

Saludo musical de Rafael Lemus

Brindis

Lunes, 08 de diciembre del 2008
Sala “E” de la UCV
6 pm
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jueves, 27 de noviembre de 2008

DEBATE CON LOS UNIVERSITARIOS

Cátedra Pío Tamayo
Centro de Estudios de Historia Actual
IIES / FACES / UCV

INVITAN

AL GOBERNADOR DE
MIRANDA Y A LOS NUEVOS
ALCALDES DEL DISTRITO CAPITAL


GERARDO BLYDE
HENRIQUE CAPRILES RADONSKI
MIRIAM DONASCIMIENTO
EMILIO GRATERÓN
ANTONIO LEDEZMA
CARLOS OCARIZ
JORGE RODRÍGUEZ


A UN

DEBATE CON LOS
UNIVERSITARIOS



LUNES 01 DE DICIEMBRE DEL 2008
SALA “E” / 6 pm



http://historiactual.blogspot.com/
http://catedrapiotamayoucv.blogspot.com/

Coordinadores
Agustín Blanco Muñoz y Mery Sananes
Información: 6052536 / 0416-6387320
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miércoles, 26 de noviembre de 2008

CARTA A PÍO TAMAYO


Esta carta a Pío Tamayo fue escrita hace veinticinco años. Entonces como ahora queríamos romper el cerco de silencio que se ha dispuesto sobre una vida y un pensamiento que están por rescatar en un tiempo cercado de pasado.

Hoy, a los 110 años de su nacimiento, la volvemos a publicar, con la intención de que despierte en sus lectores anhelos de conocer a este joven tocuyano que, armado con su idealidad avanzada, y en medio de una tiranía que no le perdonó ni su actividad política, ni su pensamiento de avanzada, supo sembrar en este continente infinitas semillas de porvenir que aún aguardan para germinar.

Es como si el mundo se hubiese convertido en una inmensa sepultura. En un oscuro calabozo. Y los hombres hubiesen olvidado que más allá de los muros amanece cada día renovada la vida. Que más allá de los ruidos, la naturaleza desgrana su concierto de hojas y alas. Que más allá del horror están los sueños. Y más allá de la quietud el corazón aguarda el territorio exacto en el que habrá de desplegar su oficio aventurero y peregrino.

Es como si el tiempo sólo hubiese servido para cambiar de traje a los tiranos, de nombre a los carceleros, de rostro a la opresión. El gallardete de la muerte que se quiso aferrar a tu nostalgia viajera, a tu nave de arcones piratas, a tu melancolía colmada de infinitos, se enseñoreó sobre esta tierra, sin que le hubiesen dado batalla. Ya lo habías intuido desde tu combate solitario y desigual. Y lo habías advertido para que se redoblara la pasión libertaria, la aspiración justiciera. Pero adivinaste, más que la fortaleza del enemigo, la fragilidad de quienes lo adversaban, y pudiste prever el porvenir inmediato en el cual se acordarían los bandos opuestos y se reconciliarían las ideas en pugna. Por eso, Pío, sé que hoy no sentirías asombro alguno, porque vi muchas veces posarse en tus ojos, como pena de aguacero, la certeza de que los hombres no habían aprendido aún tu canción de guitarra y amapola.

Es como si se hubiese enterrado la esperanza. Y por eso, Pío, hoy he venido a buscarte una vez más, porque necesito las cuatro rosas de tu pecho, la banderola de tu amor, y tu palabra de tallo de maguey, para hacerme viajero de la noche hasta la mañana aurorada en que te encuentre de pie, celebrando la victoria.



Por eso te escribo hoy con la voz oscura de estos tiempos, pero con la dúlcima alegría de haberte conocido, de haberme detenido en tu tristeza, en tu pasión, en tus inmensas ganas de vivir. Y querer prolongarlas, multiplicadas en la vida que otros te inventarán, en la que repartiremos el saco de confetis de tus besos, las canciones que el sol dibujó sobre los ríos claros de tus años y los amaneceres que me construí moldeados desde tu puro corazón.

Pero ¿cuál carta habré de escribirte primero? ¿Cuál he de contestar? ¿La que me escribiste en día de tu partida, cuando recorriste los campos de tu tierra, los azahares de tu huerto, los muros de la vieja casona, el abrazo de la madre, los muebles de tu cuarto, para emprender la aventura de ser un hombre a la medida de tu corazón? ¿O las que me escribías, apoyado en el viejo piano del ‘Júpiter’ mientras soñabas a ritmo de brisa y colibrí? ¿O aquellas en que las letras saltaban al compás de las piedras del camino, mientras conducías camiones relucientes de polvo y metal? ¿O aquellas misivas pequeñitas, escritas a las orillas de los libros que devorabas en la biblioteca de Don Bartolomé?

Recuerdo las que enviaste desde la flor de la caña y la miel de su tallo, donde te colmaste de toda la dulzura que después te fuiste a repartir a manos lenas. ¿Contestaré a aquellos primeros versos en los que amoroso dibujaste versos de azúcar y confituras de amor? ¿O, Pío, a los primeros sonrojos de tu corazón enardecido de justicia, desbordante de libertad? Llevo grabada la dimensión del sueño, la decisión del combate, la convicción honda de que la vida triunfará sobre los tiranos. Y tengo envuelta entre hojas de membrillo y azahares tu mirada limpia, de lluvia y manantial, derramada sobre los tiempos, como una canción que no ha sonado todavía.

Son tantas las cartas. Pío, que es como si hubiesen llegado todas juntas. Como si de pronto una mágica y milagrosa solución hubiese mojado los papeles haciendo aparecer por doquier el trazado nervioso de tus letras. Cartas que me sabía de memoria porque cada noche me las recitaba la brisa. Cartas que algún menguante dejaba en silencio hasta la próxima creciente. Y cartas nuevas, venidas de todos los sitios donde sé que estás, repartiendo besos de caramelo y la rosa de los vientos de tu amor iluminado. Cartas que suenan a espigas que crecen, a zumo de caña que se destila, a vertiente de agua clara.

¿Cuál habré de contestar primero? ¿A las muchas que me escribiste desde cada puerto al que arribaste, cada casa amiga donde fuiste a hacer posada? ¿Desde cada bajel que te llevaba de nuevo, sin rumbo fijo, buscando conjurar los males, dejando la simiente siempre renovada de tu dulzura? ¿O aquellas en que hacías profesión de fe militante, en que entregabas tu pecho, como rosa abierta a los disparos del enemigo? ¿A las del poeta enamorado de todos los amaneceres de la vida? ¿A las del hijo que se detuvo en las embusterías de la madre para inventar viajes nunca antes imaginados? ¿A las del hermano amoroso, las del amigo oferente y solidario? ¿O, Pío, aquellas desgarradas, terribles en que fuiste diseñando la medida de la muerte que otros quisieron entregarte, sin saber que no podrían destruir jamás la canción que salía inmenso de tu corazón?

Ocurre Pío que también mis cartas han ido al encuentro de las tuyas. Y hasta he tomado prestado cartas y versos y palabras que he recogido para enviártelas prendidas de un anochecer, o adheridas a las grietas de los muros, para colarme hasta tus sitios con el olor de los campos. Cuántas no te he escrito, Pío. Cuántos mensajeros no he tenido para hacerte llegar señales de almíbar y cantos de guerra que sostuvieran tu vigilia, acompañaran tus horas. Cuántas veces, Pío, no me doblé hasta los pliegues de los ojos de la madre para junto con ella llevarte o mi modo de quererte y detenerme sobre las neuralgias que se asentaban en tu frente, esparciendo una canción de cuna para tus aventuras.

Cartas arrugadas y dobladas muchas veces para burlar la vigilancia y las requisas. Papeles mágicos y encantados que la alquimia transmutaba en un hermoso mapa de paisajes. Cartas que el fuego enemigo quiso volver cenizas y que convirtió en antorchas. Cartas de amor sin carceleros. Cartas que no fueron leídas ni escuchadas pero que anduvieron en el correaje del tiempo, tocando a tu puerta y a la mía, asomadas en las risas de los niños, en los ojos de la madre, en la melancolía de la novia, en la convicción del combatiente, a orillas de todos los sueños.

¿Sabes? Estuve entre los manifestantes reprimidos de Panamá y entre los rostros de los hombres de pueblo que recorriste, enastada en el pecho la banderola roja de tu amor. Contigo navegué el Mar de Dairén hice travesía por todos los puertos, con tu inquietud de poema comenzado. Te acompañé a las reuniones clandestinas, en las detenciones y las salidas apresuradas. Hice de aprendiz de tipógrafo y me anduve entre los inmensos rodillos que fabricaban los diarios, adherida a tus crónicas, tus reportajes, tu verso submarino y musical. Y contigo me fui hasta las fronteras, buscando una trocha, un piquete, que condujera al centro mismo de la tiranía.

Estuve en tus botas claveteadas de agricultor e hice mi aprendizaje de la vida en las hazañas de las que fuiste floricultor. Estuve mientras se cuajaba el maduro verdor de las sementeras en sazón, entre cañamelares y maizales, haciendo camino de arado, señal de azada sobre la tierra. Estuve en el agua del arroyo que bebió el campesino con sus manos y entre los versos primeros que manaron del Tonel de Diógenes. Estuve junto a ti cuando escuchaste, venida de la cresta del monte, resonar la melodía de la vida que hizo morada en la cima volcánica de tu corazón. Estuve entre los primeros libros socialistas, en las discusiones en las que tu emoción fue dibujando una historia del hombre distinta. Y estuve en tu convicción revolucionaria, en tu certeza de que la decisión significaba una entrega abierta y sin reveses. Y estuve en la alegría que siempre acompaño tu combate.

Estuve en las mismas alas del avión de Lindbergh. Y si no estuve en el cortejo de la Reina Beatriz I, sí estuve Pío en el silencio emocionado que recogió tu verso de indio tocuyo. Y estaba a tu lado cuando te prendieron y te llevaron y te encerraron. Estaba alí entre los estudiantes, en el castillo, recibiendo tus clases diarias, tus charlas al anochecer, tu lección de idealidad avanzada, haciendo de clavo y soporte para el paño rojo de tu carpa. Y cuando te dejaron solo, me oculté entre las telas desgastas del viejo catre, para acompañar el ritmo de tu tos. Y estuve en el espasmo de tu respiración. Y me escondí en las ampolletas con las que dabas la batalla a las fiebres y las infecciones. Y ¡ay! Pío me aferré a la repisa aquella que se llevaron los verdugos y entre las cenizas eché a correr la pena de no ser fragua y vendaval. Estuve en el Toque de Animas de Alcides. Y me ovillé entre los grillos queriendo hacerlos más livianos.

Estuve sentada a la mesa de tus afectos los 24 de diciembre y nunca llegué tarde un año nuevo para ser mensajera de tus bienaventuranzas. Estaba, Pío, entre quienes prolongaron tu vida con el afecto que te derramaron. Junto a ti, en el banco del parque, donde salías a enviar recados de rocío. En el barrio Namur, bajo un candil que se agigantaba para no dejar apagar tu rumor. Candil que la muerte quiso secar que sólo pudo convertir en fogata. Y estoy, Pío, entre quienes hoy seguimos prolongando por siempre y para siempre tu claro sentido de la vida, tus sueños hechos a la medida del hombre, tus besos de caramelo y tus versos de cañamor.

Prendida estuve entre las cuerdas de tu garganta para sostener la voz rota en la que resonaban aún melodías maravillosas. En la delgadez de tus manos de sembrador y artesano. En el paso rápido de la madre que convirtió tus quebrantos en suspiros de brisa. Debajo de los almohadones que la ligereza de tu cuerpo apenas doblaba. Y estuve de pie entre tus risas primeras, en el gesto que regalaste a la novia y en el amor que ella te entregó como un estandarte que habrías de llevar a donde fueras. Estuve entre las ventanas abiertas por donde te asomaste al mundo. En el ruido de las multitudes, en tu tristeza y en tu esperanza. Signos clandestinos que sólo el corazón sabe descifrar.

Estuve, Pío, en los rayos del sol que se hicieron arcoiris para siempre en la cuenca de tus ojos. En las guirnaldas de flores que trenzó el amor de los campesinos. En la tierra que se hizo surco, nunca sepultura. En el largo llorar de la madre y en el lago vivo que nunca se hubo de colmar. Estoy en el futuro y en el camino que recorres. E la sonrisa con la que venciste el dolor. En la caricia, Pío, de balada. En los horizontes que no se cuajan jamás. En tus deseos infinitos de vivir. En los pechos socialistas que habrán de abrirse en macetas de rosas.

Y por todo eso vine hoy a escribirte, Pío, he venido a buscarte. Porque si otros tal vez quieren ejercer de sepultureros, yo indico los surcos por donde has de crecer una y otra vez. Los sitios en los que estás, altivo e rostro, oferente tus manos, dúlcima tu mirada. Los campos de batalla en los que están junto a los fusiles que disparan y junto a los que tus manos recogen para que sólo sirvan para construir la vida, que no la muerte. En las cárceles y las mazmorras donde tu presencia es arroyo claro y flor de caña. En los campos llenos de sol en los que eres espiga y colmena. En los espacios abiertos, iluminados de luna, en los que eres el amante para los hijos que habrán de nacer, para edificar la vida inmensa. Yo doy tus señas, Pío, para que otros como yo vayan a tu encuentro. Que necesitamos como nunca tu afán aventurero, tu templanza de indio tocuyo y tu dulzura de confitura de merey, para irrumpir en la oscuridad con los hilos de fósforo de tus días de yunque y fogata.

05 de octubre de 1983

mery sananes













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martes, 25 de noviembre de 2008

LA EDUCACIÓN PARA PÍO TAMAYO


Si queremos cumplir la misión revolucionaria que la vida nos impone y la conciencia pide, debemos ser maestros de escuela. Maestros de escuela en la acepción amplísima del vocablo, que en ellos radica la verdadera revolución; forjadores del alma infantil, en esa forja de hombres, sobre cuyo yunque tan mal se ha martillado en Venezuela.

Maestros de escuela: en la cátedra, en el periódico, en el campo, en las ciudades y los pueblos, dentro de los talleres y en medio de los salones. Generación pedagógica para poder hacer la Venezuela libre y amplia de cuna de humanidad civilizada.

Por lo menos que se es maestro es por ese trabajo tonto de enseñar según un texto, cuatro principios gramaticales o aritméticos; se es maestro cuando junto con el libro de texto se da la enseñanza que despierta al niño a la belleza, a la justicia y al amor.”[1]

[1]Carta a Magdalena Tamayo, Castillo de Puerto Cabello, 21 de septiembre de 1930.


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domingo, 23 de noviembre de 2008

ULTIMA CARTA DE PÍO TAMAYO



El 05 de octubre de 1935, en el barrio Namur, en Barquisimeto
muere José Pío Tamayo, a los 37 años, apenas dos meses antes
de la muerte natural de Juan Vicente Gómez. Reproducimos
aquí la última carta que escribiera,
el 28 de septiembre, a su hermano Toño.


28 de septiembre de 1935, barrio Namur, en Barquisimeto. Pío escribe al hermano Toño su última carta. Sabe ya –lo sabía desde hace mucho- que la muerte es inmediata. Y dibuja sobre el papel sus señales de despedida: “No tengo acto de que arrepentirme. Seguía los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar a la imperfección humana, pero nunca a la intención.” Esta es su primera afirmación. Y por esa convicción puede decir: “Muero sereno y conforme con mi conciencia.”

Y evoca las frases que dijera Juliano, en los últimos momentos de su vida de emperador: “Oh Helios, oh Sol, cuán bello eres. Un día seré como tú, porque en el destino pleno de todas sus criaturas, está el día en que han de confundirse con la divinidad. Y todos seremos dioses”. En esa misma dirección trabajó Pío. En nombre de ese día en que todos los hombres sean dioses, fabricó sus sueños, sus hazañas y sus combates. Y sabía que su despedida sería de madrugada, para irse, no hacia la noche, sino cabalgando en los primeros rayos del sol para su travesía por el porvenir hasta que algún día lo veamos venir de regreso, jinete de una briosa estrella fugaz, repartiendo florerías.

Y así se marchó, un 5 de octubre de 1935. Dijo: “No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa ni aquí ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: Ha muerto Pío Tamayo (37 años)”.

Poco antes de morir, según el testimonio de sus hermanas, dijo a la madre que comprasen suficiente café, pidió que encendieran el radio y se quedó ya en silencio, aguardando la aurora. Se cumplió su deseo. Y fue trasladado a El Tocuyo. Allí en Los Dos Caminos, a la entrada del pueblo, numerosas personas lo aguardaban. Y lo condujeron sobre sus hombros hasta el Cementerio.

Rosa Eloísa estrechaba entre sus manos el mismo pañuelito que agitó el día de su partida. Nunca dejó de ser recinto de lágrimas ni espacio para el suspiro enamorado. Recorrería por primera vez un camino que luego se haría diario para ella. De la misa al cementerio para hacerle ofrenda de rosas al amado. Sofía dejó correr toda la tristeza contenida. Y los hermanos y amigos se hicieron uno en el dolor común.

“No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones, no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente.” Fue éste el manifiesto deseo de Pío. Y por ese motivo, durante mucho tiempo, los suyos guardaron con celo, sin publicar ninguno de sus papeles.

Hoy, con amorosa emoción, hemos revisado y compilado su obra. No la hemos corregido. La entregamos en toda la plenitud de su contenido y su sentir. Pío desde siempre buscó conservar sus papeles. Y al mismo Toño pidió que los guardara. Su testimonio, su palabra son propiedad común de los hombres sencillos y limpios de corazón, que anidan en él, sus anhelos de justicia, belleza y amor. Sabemos que desde el rayo de sol en el que fabrica fogatas para vencer la oscuridad, Pío sonríe.


Querido Toño:

No tengo acto de qué arrepentirme; seguí los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar la imperfección humana, pero nunca la intención. Muero sereno y conforme con mi conciencia. Decía Juliano, en su tienda de campaña, en los últimos momentos de su vida de Emperador, mientras Amaino Marcelino, historiador cristiano al lado del Apóstata grababa para eternizarlas las bellas frases de aquella oración postrera: ‘¡Oh, helios! ¡Oh, Sol! ¡Cuán bello eres! –exclamaba el moribundo en un rapto de final entusiasmo-; un día seré como tú, porque en el destino pleno de todas las criaturas está el día en que han de confundirse con la Divinidad, y todos seremos dioses’. Dijo, y murió mandando hacia el Sol su última mirada.

Yo, en esta hora que parece acercarme al término fatal, hago mía aquella frase de ese hombre inquieto, de alma bellamente atormentada: ‘Muero sereno y conforme con mi conciencia.’

¿Por qué te escribo hoy? Porque quiero decirte , aprovechando minutos de receso en los ataques tremendos, que me voy amándote como al hermano bueno, amándoles con la fuerza toda de mi corazón afectivo. Si hay un poco de dolor al anticiparles mi adiós, es precisamente el dolor que me llevo: el de dejarlos, cuando hubiera deseado hacer tanto por ustedes, vivir largo al amparo del cariño mutuo. Por lo demás, no temo la muerte, ni la llamo ni la rechazo, la acepto tranquilamente, como un hecho ineludible.

¿Qué te he de recomendar? Cultiva siempre en el predio rico de tu espíritu las cualidades nobles que te distinguen; húyele a las satisfacciones mezquinas de los egoístas, y vivirás vida colmada de contento interior que es el más puro de los deleites.

Esta carta debe llegar a ti en los minutos inmediatos a mi muerte. No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa, ni aquí, ni en el acto del sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo, donde puedan reunirse los que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: “Ha muerto Pío Tamayo (37 años). Su madre, hermanos y demás deudos, invitan para el acto del entierro”... y en seguida la dirección.

No pude revisar, corregir ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente.

Te dejo a mamá. ¡Qué gran tesoro, hermano! Quiérela ahora por mí y por ti.

Te amo y digo adiós,

Pío

Barrio Namur, Barquisimeto
28 de septiembre de 1935
para su hermano Jose Antonio Tamayo
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sábado, 22 de noviembre de 2008

HACIA EL RESCATE DE LA IDEALIDAD AVANZADA




Con motivo de la celebración de los veinticinco años de la Cátedra “Pío Tamayo” (1983-2008), seguimos en la tarea de esparcir las semillitas titiriteras del pensamiento y corazón de este floricultor de hazañas (1989-1935), que aún no retoñan en esta Venezuela maltrecha y devastada. El país que lo exiló, persiguió, encarceló y asesinó, fue el de Juan Vicente Gómez. Un tiempo y una historia para la consolidación de una nación a la medida de la naciente riqueza petrolera, en la cual los ‘granujas, como los denominó Pío Tamayo en una de sus novelas, no dejarían de contar con un inventario de dolor inacabable.

Aquel tiempo de prisiones interminables, de persecuciones y sobre todo de complicidades y silencios, contuvo en su interior fulgores inmensos de la Venezuela que habrá de ser. Pío Tamayo fue uno de esos avanzados de la vida, la historia y el mundo, que se dio a la tarea de conformar una idealidad avanzada que conformara un nuevo código de deberes, una nueva visión del acontecer, que convocara a un ciencia y un arte nuevos, dispuestos para servir al hombre en la tarea de construir una sociedad igualitaria, justa y libertaria.

Y para ello utilizó todos los instrumentos y herramientas a su alcance. Su biografía es una escuela de vida y porvenir, de hazaña y quehacer persistente, de entrega y sacrificio a la causa de la redención del hombre. Y sobre todas las cosas, una infinita travesía de amor, por encima de todo el odio que recayó sobre él y sobre esta tierra.

Conocerlo es como establecer un diálogo con la historia inconclusa de más de cinco siglos de rebeldía acorralada, de sueños irredentos, de combates por realizar. Sus papeles, señales, hojas todavía dispersas en tintas invisibles, en la parte de atrás de alacenas que fueron incineradas, en el envés de las hojas del jazmín que sostuvo inédito su navegación estelar, y en los pocos escritos que hemos podido recoger, son lección alta de humanidad y amor.

Los días que vivimos están como nunca necesitados de un cordel donde atar nuestras esperanzas. Por eso Pío está más vigente que nunca. Sigue silenciado, olvidado, desterrado de toda memoria y acción. Es indispensable dejar que vuele alto otra vez, que se ponga su traje de maestro de escuela, y emerja desde los surcos por donde anuncia su azúcar la caña, a compartir las pautas de una vida digna de ser vivida.

En esas tareas hemos estado empeñados durante veinticinco años desde este recinto piotamayista y floricultor donde hace residencia su canción y su batalla. Es tiempo de avivarla otra vez, de que la tomemos como un engranaje en los combates de ciencia y arte nuevos, en los de una sociedad y una historia que habrá que construir.

Desde estas páginas, que son su casa, echamos a correr su pensamiento, poemas, narraciones, ensayos, textos, pedazos de vida, gestos y acciones que dibujaron entonces un porvenir que aún no ha arribado. ¿Seremos capaces de contribuir a hacerlo posible?

No sólo sus enemigos políticos lo asesinaron, luego muchos de sus propios compañeros de luchas, tribunas y cárceles, lo silenciaron, lo cual es otra forma de muerte. Y es de allí de donde es necesario rescatarlo, echarlo de nuevo al vuelo a armar batalla tocuyana en el escenario de un país que no ha querido asimilar los terribles y duros golpes recibidos y que por el contrario se empeña en seguir aferrado a un pasado de miseria, atraso y muerte. Pío lo intuyó entonces, refirió la complicidad y el grado de responsabilidad que nos corresponde en todo este proceso.

Pío murió en octubre de 1935, dos meses antes de la muerte natural de Juan Vicente Gómez. Pero la era postgomecista no logró dejar atrás los males enraizados en una historia llena de enfrentamientos cruentos, negociaciones y acuerdos, en medio de ininterrumpida utilización del colectivo para saciar los repartos del botín-país. El cuadro de hoy evidencia que no hemos avanzado en la superación de nuestros graves y grandes problemas. La voz y el mensaje de Pío vuelven a convocar a la conformación de una historia y un pensamiento nuevos y distintos, a la altura de la redención de hombre y de la construcción de una sociedad justa, igualitaria y solidaria.

Para contribuir a esa tarea, difundimos las bases de esa idealidad avanzada que Pío propuso como guía para crecer como hombres, como sociedad y como mundo. Ojalá ustedes los lectores se encarguen de diseminarlos, multiplicarlos, para que como semillas titiriteras que son, encuentren campo abonado en las heridas abiertas de esta Venezuela dolida de hoy.
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viernes, 21 de noviembre de 2008

MENSAJES PARA UNA VISITA


EL LUNES 08 DE DICIEMBRE DEL 2008
A LAS 6 PM EN LA SALA "E" DE LA UCV
LA CÁTEDRA PÍO TAMAYO CELEBRARÁ
SUS 25 AÑOS DE ACCIÓN FLORICULTURA
ININTERRUMPIDA


INVITAMOS A ACOMPAÑARNOS



CON ESE MOTIVO
HEMOS ABIERTO EN NUESTRO BLOG UN

UN LIBRO DE VISITAS


PARA QUE DEJEN SUS MENSAJES Y SUGERENCIAS
PARA LOS CAMINOS QUE TENDREMOS QUE CONSTRUIR



mery sananes
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domingo, 16 de noviembre de 2008

DEBATE SOBRE LOS ESCENARIOS DEL 23N-08


Cátedra Pío Tamayo
Centro de Estudios de Historia Actual
IIES / FACES / UCV

SEMINARIO
TERCERA SESIÓN



DEBATE SOBRE LOS ESCENARIOS
DE LAS ELECCIONES DEL 23N-08

¿ESTAREMOS LIBRES DE VIOLENCIA?


EXPOSICIÓN INICIAL
AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ

MODERADOR
RÓMULO LARES

LUNES 17 DE NOVIEMBRE DEL 2008
Sala “E” / 6 pm
(frente a la Biblioteca Central de la UCV)

Coordinadores
Agustín Blanco Muñoz y Mery Sananes
Información: 6052536 / 0416-6387320

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miércoles, 5 de noviembre de 2008

¿CÓMO Y POR QUÉ SE LLEGÓ A LA ACTUAL CRISIS FINANCIERA?




Cátedra Pío Tamayo
Centro de Estudios de Historia Actual
IIES / FACES / UCV

SEMINARIO
SEGUNDA SESIÓN


¿CÓMO Y POR QUÉ SE LLEGÓ
A LA ACTUAL CRISIS FINANCIERA?
El objetivo de esta actividad es someter a estudio y discusión las grandes líneas de la actual crisis financiera y el papel de las ciencias sociales en la análisis e interpretación del proceso económico, social y político más allá de los bien conocidos ciclos de auge y crisis, que terminan por constituir una especie de fuerza inalterable que rige el planeta.

Y en el empeño de llegar a la raíz de estos problemas parece de interés plantear algunas interrogantes: ¿A quiénes beneficia y a quiénes afecta esta crisis? ¿Cuáles son los capitales que se derrumban y cuáles los que emergen? ¿Se trata de crisis preparadas en laboratorios o de fuerzas que se liberan y que se convierten en inmanejables?

¿Una crisis económica producto de políticas económicas 'improvisadas', que no responden a la más simple visión de un flujo de caja? ¿Un anuncio del agotamiento-liquidación de los 'imperios económicos' y en particular el norteamericano? ¿Una crisis general paralela o ligada, en términos de producto, con la globalización?

¿Puede explicarse esta crisis financiera a partir de la relación prestamistas-acreedores? ¿Pero quiénes son los prestamistas y quiénes los acreedores? ¿Quiénes los que ponen en riesgo sus capitales y quiénes los que se benefician de estas grandes y destructivas recesiones? ¿Hay alguna parte del capitales entre sí colocado al margen de esta 'convulsión'? ¿Cuál es el camino que siguen estos capitales para cumplir hoy con su inmanente tarea de manejadores de miserias y padecimientos?

Hoy el colectivo, objeto pasivo de este dominio, sólo tiene incidencia como receptor de la inflación, recesión, desempleo, hambrunas, escasez, y el juego perverso con sus más elementales necesidades. ¿Y en este sentido habrá que admitir que el mundo 'desarrollado' del capital, propio de finales del siglo pasado y el actual, ha regresado el planeta a tiempos de barbarie, enfermedades y muerte nunca imaginables?

En el presente estamos plenamente convencidos de que sólo un colectivo consciente y organizado podría tener ingerencia real en el enfrentamiento a este crimen de lesa humanidad, a este holocausto planificado, a esta masacre continuada y extendida que amenaza con borrar del mapa del mundo la posibilidades de formar una sociedad de verdaderos humanos, hermanos y ciudadanos.

Es en las contradicciones y las paradojas donde debe detenerse el análisis, para advertir el juego insensato y criminal de capitales sin fronteras ni arraigo, más allá de su propia e inútil multiplicación. Un juego al que se han prestado todos los organismos internacionales, sin resquemor ni vergüenza.

Sin embargo, entendemos que nuestra tarea no reside en convocar a la violencia, sino al pensamiento creador, a la imaginación porvenirista, para el reto de replantear el propio contenido y esencia de unas ciencias sociales al servicio de las crisis y de la acumulación, y no al servicio del bienestar del colectivo.
Ciencias sociales inútiles para el vivir, rentables para la consagración de unas leyes económicas, creadas e inventadas por el propio capital, para dejar fuera de sus dominios y privilegios a la mayor parte de la humanidad.

Creemos, desde el CEHA y la CPT, que si no enfocamos de esta manera el problema, quedaremos ensartados en explicaciones cientificistas, en exposiciones economicistas que nos dejarán donde estamos.

Es tiempo ineludible de avanzar más allá de los Adam Smith, los Keynes, los marxismos y neoliberalismos económicos, el libre mercado sólo para los capitales, o el intervencionismo sólo para los dueños de 'revoluciones', socialismo y demás formas de sometimiento populista, para contribuir a la creación de una ciencia histórica de y para el hombre, humana y posible.

PONENTES
VLADIMIR CHELMINSKI
CARLOS ROSSI

MODERADOR
AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ


LUNES 10 DE NOVIEMBRE DEL 2008
Sala “E” / 6 pm
(frente a la Biblioteca Central de la UCV)

Coordinadores
Agustín Blanco Muñoz y Mery Sananes
Información: 6052536 / 0416-6387320
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