Fue un poeta de los amaneceres. El día en que amaneció la juventud de su patria en el carnaval universitario de 1928, él estaba ahí para cantar su rebeldía. Los versos con los que irrumpió en el teatro Municipal de Caracas son parte imborrable de esa jornada histórica:
“Sangre en sangres dispersa,
almagre oscuro y fuerte
estirpe Jirajara,
cacique Totonó
-baile de piaches rezo de quenas-,
Soy un indio Tocuyo
yo”.
Mirando hoy otros poemas, me encuentro con unas líneas que me dan una pista más para volver a Pío Tamayo, por el lado del amor y de la fábula. El poeta se pregunta ¿dónde es que empieza la vida de los demás? Y responde por la suya:
“Mi juventud comienza
con un temblor de súplica
y un ímpetu de rayo
cuando en la alcoba blanca
y aún un claro despertar
miré que me miraba
desnuda una mujer”.
Por ese lado de la gracia poética y de las “embusterías” (palabra suya que ha rescatado bellamente la gran Mery Sananes), creo que hay un manantial que todavía espera por nuevas lecturas.
Miro ahora el retrato de Pío Tamayo que hace muchos años me regaló una de sus sobrinas, nacida como él los primeros de marzo. Ella, María Silvia, muy tristemente, se nos fue hace cinco días. Estoy seguro de que se marchó dejando ese deseo de vivir que Pío legó a sus sobrinos en su hermoso testamento y que ella sembró en sus alumnos, maestra insigne como fue, de tantos niños, incluidos los míos.
Para los dos cumpleañeros, tío y sobrina, este recuerdo agradecido del domingo.
FREDDY CASTILLO CASTELLANOS
04 de marzo de 2018
PRESENCIA DE MARÍA SILVIA EN LA PRESENTACIÓN
DEL I TOMO DE LAS OBRAS RESCATADAS DE PÍO TAMAYO
EN LA SALA E DE LA UCV, EN ABRIL DE 1984
AL CUMPLIRSE EL PRIMER AÑO
DE ACTIVIDADES DE LA CPT
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