domingo, 14 de diciembre de 2008

LUIS MARIN / LA CATEDRA PIO TAMAYO


La CPT ha dedicado la fecha de su 25 Aniversario a discutir sobre El 23 de noviembre: ¿Elecciones o mayor profundización de la crisis política venezolana? Aunque no se trata de una disyuntiva sino de la conjunción de las dos cosas. La cuestión consiste en esclarecer el sentido en que se orientará la crisis política.

No vale la pena insistir una vez más en la parcialidad del CNE, ni en el fraude continuado, para lo que bastaría observar los resultados de las investigaciones realizadas por el equipo dirigido por el profesor Genaro Mosquera (véase: esdata.info); aunque las declaraciones y la conducta de los directores del CNE relevan de mayores esfuerzos.

Ciertamente, la mayor acusación que se les podría hacer y la que les causaría más angustia es que no apoyen suficientemente al proceso. Pero aunque han asumido plenamente su rol "revolucionario", deben mantener ese doble mensaje de ser parciales y parecer imparciales, cosa que hacen del modo menos convincente posible. Uno de sus ex presidentes es magistrado del llamado Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y otro, candidato a alcalde por el partido de gobierno (PUSV).

Para el régimen el problema no es hacer fraude, que tienen probada capacidad para eso, sino hacerlo "creíble". Esto explicaría en parte la táctica de las inhabilitaciones, que de paso impide que ciertas figuras se posicionen entre el público, mediante la campaña electoral, como alternativas frente a los rojos.

En estas circunstancias ¿qué puede ocurrir? Que ganarán dónde el régimen decida que "ganen"; pero en los lugares que decreten como estratégicos van a "perder" y no podrán reclamar nada, porque los candidatos que ganen serán el principal ariete contra los que pierdan.



A todo evento, en previsión de sorpresas como la del 2D, ya fueron esterilizados de antemano por las autoridades regionales designadas por el ejecutivo, a las cuales quedarán subordinados.

Entonces, ¿a qué juegan las oposiciones? A que son capaces de nadar en cualquier agua y a conseguir lo que se pueda. Es la filosofía del "tírame algo". Y cualquier cosa que se consiga ya es ganancia y peor es nada.

¿Lo van a conseguir? No, porque "no alcanza". La economía es implacable y el hueso que se le lance a las oposiciones se le tendrá que quitar a la clientela propia que también está ladrando y pide cada vez más. Como ya es tradición en Venezuela, la rebatiña por la renta petrolera seguirá in crescendo y de empujones y codazos fácilmente se deslizará al cuchillo.

Ya son 80 años de economía petrolera y así como AD chantajeó al país con el cuento de los sectores emergentes, lo hace el comandante con el del socialismo del siglo XXI. El único cambio significativo es que trata de vacunarse contra el "voto castigo". Aquella vieja práctica de picardía criolla que consistía en agarrar la bolsa de comida y luego ir a votar por el candidato de la oposición.

La cura ha venido no sólo por el fraude, sino con la franca eliminación del sistema del sufragio. Ya lo decía explícitamente el proyecto de nueva constitución, rechazado el 2D: que el poder popular no deriva del sufragio "ni de elección alguna". Se trata de sustituir el gobierno representativo por la llamada "democracia directa". Es decir, el peor despotismo que pueda concebirse, el despotismo "popular".

En todos los regímenes totalitarios que en el mundo han sido en lugar de representación lo que se ha puesto es la "encarnación" del pueblo en un caudillo, que ha devenido en soberano absoluto. Y eso es lo que se quiere vender cuando se dice que Chávez "es" el pueblo y que con Chávez, "manda el pueblo". A eso se reduce el poder popular.

La transmutación del pueblo en el caudillo y del poder del caudillo en "poder del pueblo", es una falacia que sólo sería estúpida sino fuera también peligrosa, cuando alguien se la cree y trata de imponérsela mediante la violencia a una sociedad inerme.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS. Las elecciones, se ha dicho mil veces, sirven para muchas cosas, como para resolver controversias políticas no existenciales; pero también para legitimar regímenes usurpadores y fraudulentos. Es necesario distinguir los casos, antes de tomar una posición de principio: lo importante no es votar, sino elegir.

Las elecciones tienen un carácter instrumental, no son ni pueden ser un fin en sí mismas. Para que funcionen deben cumplirse requisitos, como el juego limpio, pluralismo de las alternativas y control del público sobre el proceso y sus resultados. La condición sine qua non es la alternabilidad en los cargos, sin la cual, si siempre va a ganar el mismo, no tiene sentido votar.

En esa situación, ¿cuál es la vía? Clásicamente se han definido dos vías de acción, que son: la contestación y la resistencia. Una, consiste en criticar, refutar y replicar consistentemente las falacias de un régimen constitutivamente mendaz, falsario, hipócrita y mentiroso.

La segunda, a su vez, comprende la resistencia pasiva y activa. Una, consiste en un no-hacer, no cooperar, no ayudar, no decir, nada que pueda conducir a que el régimen realice sus propósitos, lo que incluye no pagar impuestos o contribuciones, no hacer donaciones ni trabajo voluntario, como ellos lo llaman, ni delatar a otros resistentes.

La resistencia activa presupone un hacer, realizar actos concretos que levanten barreras y impidan efectivamente que el régimen materialice sus propósitos, más allá de la mera denuncia y concientización. Aquí se trata de actuar abiertamente, sea con marchas o manifestaciones, propaganda, boicoteo y toda clase de acciones en las que el límite es la imaginación.

La desobediencia civil es una modalidad autónoma de resistencia a leyes injustas que incluye ambas modalidades: no hacer lo que la ley manda o bien hacer lo que la ley prohíbe; pero generalmente con cierta organización previa, de manera que se traduzca en una acción esencialmente colectiva.

Con gobernadores y alcaldes impuestos fraudulentamente y sobre ellos autoridades regionales, seguramente militares, arbitrariamente designadas, sin apoyo popular alguno, la profundización de la crisis se manifestará en una creciente ingobernabilidad. Agravada por el hecho incontrovertible de la absoluta inviabilidad del llamado socialismo del siglo XXI.

De Maquiavelo para acá se ha repetido que la fortaleza de un príncipe es su pueblo; de donde se deriva que sin el fervor del pueblo ninguno (ni aún que sea maquiavélico) podrá mantenerse en el poder.

La Cátedra Pío Tamayo, que ha sufrido el aislamiento, la falta de comprensión y de recursos, el silencio ensordecedor con que la sitian tanto el gobierno como las oposiciones, es un magnífico ejemplo, como lo fue su epónimo, de contestación y resistencia.

El pasado lunes 6 de octubre fue el primero de sus próximos 25 años.


Luis Marín
08-10-08

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