viernes, 5 de octubre de 2018
PÍO TAMAYO SE DESPIDE DE SU MADRE Y DE LA VIDA
A 83 AÑOS DE SU MUERTE
120 AÑOS DE SU NACIMIENTO
Y 35 AÑOS DE FUNDACIÓN DE LA
CÁTEDRA PÍO TAMAYO DE LA UCV
05 OCTUBRE 2018
PÍO TAMAYO SE DESPIDE
DE SU MADRE Y DE LA VIDA
Pío Tamayo siente que se le encima la condena a muerte a la que fue condenado por la dictadura gomecista, por atreverse a disentir y llegar al punto de escribir y leer en el Teatro Municipal un poema titulado Homenaje y Demanda del indio que el régimen calificará como subversivo.
El poema es en sí mismo un abierto expediente al criminal gomecismo. Se trata de un duro manifiesto antidictadura, que no podían pasar por alto los torturadores de oficio. Y menos aún si se veía como un punto culminante en la labor conspirativa de este jurado enemigo de un gobierno que tenía por cometido principal el aniquilamiento de todo vestigio de libertad.
Y seis años después de producida la condena el poeta Tamayo siente que la muerte lo tiene ya atrapado en sus garras. Y se dirige a la madre en medio del dolor que produce el no poder darle el abrazo de despedida.
Son entonces terminantes sus palabras a la madre: “Muero asesinado por los verdugos que también asesinan a Venezuela. Me matan con crueldad calculadora.”…
Refiere de inmediato el por qué se ordenó su asesinato: Dicen...”que mi condena obedece a que mantengo escuela de comunismo en el castillo. No de comunismo, pero sí de idealidad avanzada.”…
Es octubre de 1934. Tamayo ya ha entendido que en una sociedad como la nuestra no tiene cabida el comunismo. Él ya es un crítico de esta práctica. Uno de los primeros en Latinoamérica y el mundo.
Y es por ello que se acoge a la propuesta de la idealidad avanzada, la puesta en práctica de un proyecto con ideas nuevas, de avanzada y en contraposición de los esquemas coloniales que dan espacio a todo sometimiento.
El 24 de octubre del 1934 Pío se siente ya sin fuerzas y se despide de su madre. La agonía se prolongó porque la dictadura al ver el final irremisible del preso lo pone en libertad a mediados de diciembre para que el asesinato culmine fuera de las paredes carcelarias. Eso ocurre el 05 de octubre del 1935, hace exactamente 83 años. Y este es el texto que le escribe a Sofía, su madre.
Mi muy querida mamá
Piense, antes de leer ésta, que el hijo que se la escribe, la quiere mucho, mucho, muchísimo, y que ha puesto aquí toda su ternura apasionada y todo su filial amor.
¡Siempre había de escribirle desde el presidio la carta del adiós! Hace cinco años, en su nombre, que tiene la pureza de la vida, dije mi testamento. Estuve amenazado por la muerte. Hoy estoy agarrado por las tenazas de sus manos. Y antes de morir, le hago mis letras postrimeras a los veinte días de hemorragia frecuente, con las manos sin fuerza porque la sangre falta ya a mis venas.
Muero asesinado por los verdugos que asesinan también a Venezuela. Me matan con crueldad calculadora. Quieren que mi muerte, como la del otro, parezca natural. Hace seis meses, durante la convalecencia de una gravedad, me separaron de mis compañeros y me incomunicaron, encerrándome en este calabozo, donde falta el aire hasta para respirar. La recaída fue inmediata; me negaron la asistencia del médico, a pesar de que el doctor Joaquín Quintero ofreció venir a encerrarse conmigo, me suspendieron la pasada de encomiendas y me negaron el derecho de pedir aumento de recursos. Hubiera perecido ya, sin la ayuda generosa de los generales Mibelli y Gabaldón, incomunicados en calabozos vecinos al mío, y quienes han logrado suplirme medicinas de urgencia.
Además, me han ayudado a no estar solo, el Teniente Barrios, el del 7 de abril, y el Sargento Guerrero, de Ciudad Bolívar, dos a quienes el despotismo quiere que perezcan, y quienes han sido encerrados aquí, con barras sesentonas. Ellos me ayudan a medicinarme y me atienden algunas necesidades.
Sin embargo, he luchado con firme voluntad de vivir, y al ver que se acera el fin inevitable, me he revestido de serenidad y procurado prolongar la lucha, porque he tenido la ilusión de resistir lo suficiente para salir a darle a usted el último abrazo, y esta esperanza me alienta para combatir las torturas. Pero me iré sin verla hecha realidad. Este es el mayor dolor que llevo: no volver a abrazarla ni sentir el aliento tibio de su ternura grande queriendo darme vida… Y me duele no abrazar por última vez a mis hermanas, ni a Toño, a Juan y a Luis Miguel. No conocí tampoco a los sobrinos, y queda inédita mi caricia para ellos. Me voy.
Supe que mi condena obedece a que el gobierno ha tenido noticias de que mantengo escuela de comunismo en el castillo. No de comunismo, pero sí de idealidad avanzada. Cada día de la cárcel me preparo mejor, y mis amigos Germán Nass hermano mayor, Julio Alvarado, Joaquín Quintero, Jóvito Villalba, Manuel Silveira, José María Suárez y otros, le dirán si yo podría responder al llamamiento del futuro.
El General Gabaldón, mensajero de este adiós, le contará de estos días cruciales y le dirá como supe sonreír bajo el dolor y permanecer sereno ante la dureza del ataque. ¡Que las palabras de mis amigos y la seguridad de que las sendas del bien eran el camino que yo quería recorrer, pongan un poco de consuelo en su corazón, madre querida!
Adiós para todos: no olvido a José Ángel, Ángel Eduardo y Miguel José, ni a esos viejos amigos como a Agustín, Rafael Elías y Carlucho.
La quiere mucho, mucho, mucho.
Pío
PD: Querido General:
En el mensaje anterior, para mamá, me olvidé del párrafo para los amigos que tenía muy pensado, por eso repito ampliada mi carta de adiós.
Ya le digo a la madre queridísima que usted le contará mi final y le dirá como supe luchar sostenido por la esperanza de llegar a darle el último abrazo!
¡Pero no podré llevarme su beso, estrella de luz sobre mi abatida frente!
Dígale a mis amigos Agustín, Rafael Elías y Carlos Sequera las palabras de despedida, y a la novia que perdió sus más bellos años de juventud en una espera triste e inútil, pídole la absolución del que la condenó a aguardar sin esperanza. Magdalena lo llevará frente a esa muchacha humilde y dulce.
Gracias y abrazos.
Pío
Castillo de Puerto Cabello, 21 de octubre de 1934.*
· * Diario del Floricultor Pío Tamayo. Tomo I de las Obras Rescatadas. Recopilación, estudios y notas Mery Sananes. Caracas, Expediente Editorial, Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual, 1986, pp. 380-382
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