sábado, 6 de octubre de 2012
PÍO TAMAYO: CARTA A SU HERMANO JUAN
Hoy, 05 de octubre del 2012, se cumplen 77 años del asesinato de José Pío Tamayo. Había nacido en El Tocuyo, un 04 de marzo de 1898. Treinta y siete años después moría producto de la condena que le había hecho el tirano Juan Vicente Gómez, quién no le perdonó la audacia ni la aventura de un nuevo pensamiento y una acción dirigida a conformar una nueva historia, alejada de caudillos, de complicidades, de negociaciones y de la saña criminal con la se actuaba contra todo aquel que no se sometiera a las directrices ya impuestas.
En aquel Tocuyo sin luz eléctrica, José Pío Tamayo, en compañía de otros poetas y compañeros de ruta, se propusieron avivar el conocimiento sobre la realidad que sofocaba al país. Estudiar y cultivar el intelecto junto al espíritu, para tratar de conformar ideas que pudiesen orientar una acción creadora y porvenirista. Esta actividad lo condujo al exilio primero, y a la prisión posteriormente, cuando regresó al país, con el propósito de conformar un movimiento para enfrentar al caudillo. Allí se cumplió su sentencia a muerte.
Pudo antes presentar aquel manifiesto antigomecista y libertario que constituyó su poema Homenaje y demanda del indio, en el Teatro Municipal, en ocasión de las actividades de la Semana del Estudiante y de la coronación de la Reina Beatríz. Ese acto selló su prisión y condena.
Se sumaba a todo el periplo del exilio durante el cual se vinculó a actividades consideradas subversivas, que le fueron conformando el expediente ya preparado para él. En 1928 fue detenido y posteriormente enviado al Castillo de Puerto Cabello.
Desde allí escribe esta carta a su hermano Juan, con motivo de cumplir sus 18 años. El contenido de la misma es una extraordinaria síntesis del pensar y actuar de este poeta y combatiente.
Allí establece lo que para él fue un código de deberes que cumplió a cabalidad. Y una concepción de la vida y de la historia que dejó registrada en muchos papeles que debían pasar severas requisas para sobrevivir.
En la carta le explica a Juan la vida en las mazmorras gomecistas y lo que fue el sentido y dirección de la Escuela de Idealidad Avanzada que allí fundó, buscando crear una conciencia ciudadana que condujera a reformular el proceso histórico venezolano.
Esta carta está recogida en el volumen tres de las obras rescatadas del Floricultor de Hazañas, que editara la Cátedra Pío Tamayo, hace más de veinte años. Aguardan ser leídas, estudiadas, compartidas y sobre todo comprendido el mensaje, la lección que este hombre, asesinado a los 37 años, dejó como poeta, novelista, cronista, historiador, político, combatiente, y sobretodo como él mismo se autocalificó: peón jornalero en labores de belleza y libertad.
mery sananes
Querido Juan
Domingo, con un sol que debe tener color de fiesta en los campos libres. Cantaron los poetas al sol de los domingos: ¿Rubén no dijo un poema de color y de ternura? Y nosotros los presos evocamos estas prosas de belleza con deseos de cantar. Pero la canción del prisionero si no es música del recuerdo es queja dolorosa, y más, grito rebelde. Apóstrofes para el sol, que alumbra indiferente ante el grito y la tortura de los hombres.
Esperaba la oportunidad para llenar de letras menudas unas cuartillas de papel que muchos dobleces reducirán a una obleílla de esas que los enamorados acostumbran para el carteo furtivo. Y bien ¿no es acaso de amor esta carta que lleva la voz de mi cariño fuerte a los que en la tortura de mi cárcel, piensan?
Voy a darte informes, Juan, sobre nuestra vida diaria. Tú, de quien he estado, ayer y hoy, más lejos de lo que quisiera, acabas de cumplir los 18 años, edad de comenzar a mirar con vista de energías la perspectiva del futuro y a pensar en qué obligaciones materiales y morales yerguen su imperativo, conminando.
No sé cómo tratarte con más amplitud este punto. Quisiera decirte con palabras de lección y argumentos capaces para crear convicciones y despertar entusiasmos, lo que significa el adquirir edad de juventud, capaz para la lucha, y edad para asumir responsabilidad moral y cívica, responsabilidad social, que a tanto fuerza.
Código de deberes es el siguiente: Deber de mejoramiento moral, para con nosotros mismos. Deber de ternura para con los nuestros. Y deber, gran deber de solidaridad y sacrificio para con la humanidad.
Vivir para satisfacer nuestros apetitos y crearnos una situación cualquiera, que nos proporcione goces, es sencillamente un egoismo mezquino y vil y he aquí que, por desgracia, son más los que así viven y para tal objeto conquistan riqueza y posición.
Vivir para ser útiles, capacitándonos cada día más para este objetivo, ganar posición a fin de que nuestra esfera de acción sea más y más grande, he allí lo bello y noble. Da un goce puro, aunque acarrea dolores y a veces el fracaso material. Pero desgraciado y pequeño es aquel, así sea de enorme su fortuna y peor si la logra, quien no puede decir al final de un recuento: he puesto mi valer y mi valor al servicio de la redención de los hombres.
Bueno, oye: somos aquí 104. El departamento donde me encuentro se nombra ‘El rastrillo’. Hay diversos departamentos. Aquel donde está Alcides Losada, Gabaldon, Julio Alvarado, Carlos Sequera, Suárez Arapé, Olavarrieta, etc., se llama ‘El Olvido’. Antes estuve yo en la enfermería llamada ‘Los Cornabeques’, por las murallas sobre las que está construido el edificio. Con los de ‘El Olvido’, no nos comunicamos directamente.
‘El Rastrillo’ es un patio largo pavimentado en cemento. Una puerta con un buzón le da acceso y comunica así con el patio de los presidiarios por delitos comunes, A las 7 de la mañana un capitán (oficial de guardia) acompañado de cabos de presos y un cabo grillero abre el calabozo y entramos al patio. Frente a él, las rejas de seis calabozos grandes, 1 pequeño y uno más que sirve de lugar excusado durante el día.
El cabo de llaves va abriendo los candados. En cada uno de los calabozos grandes estamos 18 a 20 presos. El grillero, con un martillo, examina las chavetas que impiden quitarse estos grillos que nos traban para caminar. Después soportando el peso de los mismos, salimos al patio.
Mientras unos se bañan, otros se ocupan de hacer la comida –desayuno, prendiendo hornillas- otros barren el patio y los calabozos. El grupo está dividido en varios grupos menores, para la cuestión de las cocinas: les llamamos ‘peñas’.
Hay una sobre todo, que significa un bello propósito: ‘La Peña Beatríz’. Ella agrupa a casi todos los que no reciben fondos y que estarían condenados a la mala comida del rancho: plátanos crudos y chícharos sanconchados que nos dan.
Son contribuyentes para sostener la ‘Peña Beatriz’ varios de los compañeros. Yo, enfermo y adeudado, contribuyo de manera accidental. La peña da un desayuno de arepa, café y arvejas del rancho condimentadas y un almuerzo de dos a tres platos: sancocho, caraotas, avena.
Podría ser mayor, abarcar a todos, pero desgraciadamente este sentimiento de solidaridad y compañerismo no es general y han negado su contribución a ella precisamente algunos de los más pudientes que se dan el lujo de cocina refinada frente a la necesidad de la mayoría.
Hay que hacer notar el magnifico pie de igualdad con que la ‘Peña Beatríz’ se administra. El que contribuye aporta toda la pensión que recibe y además trabajo personal como el no contribuyente. El trabajo se hace fregando, cocinando, bajo riguroso turno. Así se ha logrado combatir el pavoroso espectro del hambre.
Hay quienes, sobre todo en el patio ‘El Olvido’ han perecido o perecen de mengua, pues el rancho es insuficientísimo. Con la peña se ha logrado, pues, una doble victoria: la de vencer el hambre y la de vencer el egoísmo de los que teniendo, no saben ser compañeros ni resignar sus satisfacciones máximas en favor de un bienestar medio para todos.
Después del desayuno, uno, pocos, holgazanean. Otros trabajan en pequeñas labores de presidio y otros, los más, estudiamos. El estudio implica, para muchos, dos funciones: una la de conseguir conocimientos, otra, la de proporcionarlos. Porque tenemos fundada una escuela, la ‘Cipriano Martínez’, del nombre de un compañero que murió, donde se dan clases diarias en varios grados: primara, secundaria y especial.
Ya en este grupo no hay analfabetas. ¡Si vieras qué bien leen y como escriben jóvenes y hombres maduros ayer totalmente ignorantes! La escuela tiene un propósito altamente civllizador: dar enseñanza ciudadana a más de la lectiva. Ir preparando al venezolano del porvenir, capaz de comprender el moderno espíitu de libertad y justicia.
La secundaria y superior o especial tienen, pues, cátedras de Historia, Geografía Social, Economía Política y Social, Literatura y Arte, Contabilidad e Idiomas. Compañeros a quienes me unen sentimientos de afecto y comprensión, paridad de ideas e ideales, son profesores y discípulos a la vez en nuestra escuela. Andrés Eloy Blanco, Jóvito Villalba, Alberto, J.M. Ponce, Francisco Ramos, Luis M. Carrasquero, Luis E. Monsantos, Nass y yo en lo muy escaso que la salud me permite, actuamos en esta labor de enseñanza, la que cumple hacer por encima de todas en este juicio cuyos males son principalmente males de ignorancia.
Hay también una pequeña clinica –bien escasa en medicinas y aparejos quirúrgicos- pero servida con voluntad y empeño por Manolo García Maldonado y el Dr. Quintero, a la cual se debe ya la salvación de más de dos. En ella me medicino ahora.
Bien. Después del almuerzo, clases, y luego a las cinco de la tarde, se nos encierra. Los compañeros de calabozo –el No 3-, entre los 6 grandes son: Jóvito Villalba, Alberto Ravell, Tancredo Leon, Rolando Anzola, Antonio Núñez, Francisco Ramos, Clemente Leoni, José Dáger, Dr. Francisco M. Mármol, Dr. Alejandro Trujillo, Andrés Eloy Blanco, Nicandro Acosta, Herman Nass, Dr. Germán Herrera, Cristóbal Mendoza, Dr. Joaquín Quintero y Dr. Manuel Silveira.
En este grupo reina perfecta armonía y amistad y entre muchos, como te he dicho, acuerdo de ideas y sentimientos. Otros calabozos no tienen quizás esta misma armonía y hay separaciones entre los mismos grupos, que le dan a nuestra vida de presos ciertos momentos desagradables que ojalá no se viviesen. Pero ello proviene, antes que todo, de la condicion anormal en que se encuentra el preso, fácil para el disgusto, y de la distinta orientación de muchos, simples ‘elementos políticos’, aspirantes al poder por el goce y posibilidades que otorga.
Tarea precisamente, y la más encomiable de la escuela, es la destruccion de esta moral política que tantos daños causa, y la creación de un nuevo sentimiento de solidaridad, honradez y conciencia cívica y social, bueno para marcar rumbos y definir a toda una generación.
Ya entre los estudiantes –generación nueva- este concepto enraizaba prometiendo eflorescencia hermosa. Chenel quizás te ha hablado de los días que aquí vivió y donde pudo iniciarse en el conocimiento de una nueva religión de la humanidad, más noble y bella que toos los poemas que hayan movido el ánimo de los hombres.
Sigo: cerradas las rejas, en los calabozos se entablan diálogos, se estudia o se preparan las clases del día siguiente. Ayer, por ejemplo, Germán Herrera, Ravell y Villaba hacían resúmenes de Derecho Constitucional, Nass de Economía Política, texto que él, yo y otros estudiamos.
Otros repasan Derecho Internacional, unos más, idiomas. Acá, dos juegan al tute, allá dos juegan ajedrez, en fin, otro grupillo, libre de tareas ahora, recuerda, comenta. El poeta Blanco pontifica en él, Rolando Anzola lanza exclamaciones admirativas y entusiastas. Clemente Leoni se extasia: nombran muchachas caraqueñas, muchachas provincianas y se evocan salones de moda como minutos antes se evocaron los campos ardorosos bajo el sol, envenenados de paludismo, donde un pueblo sufrido espera la obra de sinceramiento, de enseñanza y de liberación económica y social.
El reverso de este cuadro: la incomodidad, el calor sofoca, la penuria, la escasez de libros y de medios de estudio, la zozobra y el atropello. Pero el espíritu alto y fuerte triunfa y realiza la obra de acerar a los que tienen material de calidad, a los que mañana darán fe de este entrenamiento en la fortaleza que la dura cárcel constituye.
Estas cartas que burlan vigilancias, se hacen en dichas tardes. Ahora escrita la presente, voy a dictar una conferencia: ‘La condicion del jornalero del campo venezolano y las posibilidades de mejorarla’. Porque cada domingo a uno de nosotros nos corresponde una tesis a desarrollar durante la noche. Así pensamos que, pese a las rejas, a los grillos, a los carceleros y a las penalidades, vamos moldeando, con palabras que prometen obras, la realidad futura.
Mis compañeros te envían sus abrazos en esta ocasión de tus 18 años. Ten los míos para mamá y los muchachos y lleguen tus letras hasta mí, tu hermano, Pío
Castillo de Puerto Cabello, 10 de agosto de 1932.
Luis Aberto Ochoa le canta a Pío Tamayo
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