Pío Tamayo
CARTA A UN AMIGO MÍO
Presentación
El texto de José Pío Tamayo, titulado Carta a Un Amigo Mío, constituye un documento de primera importancia en la historia de las ideas de Venezuela y América. Su contenido revela una concepción de la historia muy alejada de la visión historiográfica tradicional, mediante la cual se daba cuenta del proceso vivido en el continente y en el país, a partir de los llamados movimientos independentistas.
Aquel prisionero de Juan Vicente Gómez, sobre quien pesaba una condena a muerte, precisamente por el carácter y proyección de su ideario, se consideraba a sí mismo, ‘peón jornalero en labores de belleza y libertad’. Y en tales faenas, producto no sólo de una acción revolucionaria, diseminada en su estadía tocuyana y su recorrido americano del exilio, sino también en el propio Castillo de Puerto Cabello, donde fundó Escuela de idealidad avanzada y dictó permanentes lecciones de porvenir.
Para este joven tocuyano de apenas 31 años, Venezuela “ha ignorado siempre la Revolución”. Y cien años de vida republicana dan como saldo: la codicia del erario público, la satisfacción de sensualidades y desencadenamiento de soberbias, una completa carencia de conciencia nacional y la anulación de todo sentido de responsabilidad social. Ante este cuadro, Pío Tamayo invoca –si adversas circunstancias no detienen su marcha- la fuerza de la juventud, encaminada a forjar nuevas ideas y acciones, llamadas a hacer la obra pedagógica que el país necesita: fundar escuela de revolución.
Consciente de que’ sólo puede afirmar que ha vivido una generación que deja a la que vendrá más de lo que recibió de la precedente’, y que los verdaderos forjadores del porvenir son aquellos que, en vez de aplicarse a usufructuar lo que es, obran en dirección de lo que va siendo. Pío Tamayo repite una y otra vez lo que considera nuestro mal fundamental: no haber tomado en cuenta al pueblo como primer elemento de acción social. Y para sustentar su afirmación Pío establece lo que podríamos considerar como el primer cuadro de clases sociales en el país.
Importante, en este sentido, detenerse en este análisis, que coloca a Tamayo como pionero en la aplicación de la perspectiva marxista a la realidad americana y venezolana en particular. Y no se trata de una copia mecánica o de una superposición de los esquemas del marxismo a la que aprehende en nuestro proceso histórico, sino por el contrario, un escudriñar en la causalidad de sus procederes y en la dirección de su acción. Y es por ello que la caracterización de cada una de estas clases lo conduce inevitablemente a profundizar en los propios rasgos de una mayoría, de un pueblo “compuesto de individualidades, que no de colectividades”, cuya conciencia social está por forjarse.
De este modo, Pío estudia, analiza y absorbe las experiencias acometidas en otros países americanos, como México, Argentina, Uruguay, Panamá, Cuba y los convierte en “campos de experimentación cuyos resultados prácticos debemos aprovechar adaptando y asimilando, nunca copiando servilmente, porque cada país debe dar su expresión característica, cosa no considerada por les legisladores venezolanos transplantadores de constituciones y códigos extranjeros a un medio que les era exótico, perfectamente distinto”.
Estos elementos son básicos para comprender el pensamiento e ideario piotamayista que, a pesar de haber sido expuesto, a buena parte de la dirigencia política que habría de asumir el mando después de la muerte natural del tirano Gómez, debatido y difundido desde la Escuela de la Carpa Roja del Castillo de Puerto Cabello, continúa, hasta el día de hoy, sumido en el más profundo olvido y aislamiento. En vísperas de celebrarse el primer centenario del nacimiento del Floricultor de Hazañas, e iniciadas las actividades preparatorias, hacemos causa mayor la difusión de los materiales dispersos de José Pío Tamayo, para que constituyan fuente y punto de partida para la historia del pueblo y referencia obligada para la construcción de la historia que vendrá.
Esta carta sale del castillo de Puerto Cabello, como todos los papeles de Pío, de manos amigas, en hojas que deben ser reconstruidas o con la alquimia de las tintas invisibles o en los pedazos recompuestos de un rompecabezas incompleto. Por ello, la versión que se conoce es una copia a máquina hecha por familiares y amigos de las letras menudas de Pío. Clementina Tamayo, la hermana, refiere no haber sabido nunca el nombre de ese ‘amigo mío’, destinatario de una carta que debió seguramente formar parte de una correspondencia más numerosa. De allí que no dispongamos de mayor información que la que suministra su propio contenido.
Su importancia, sin embargo, trasciende el peregrinaje de sus letras y compromete a difundir su contenido, con miras a incorporarlo como parte sustancial de una concepción de la historia del pueblo, que tiene en el autor su primera revelación. Una concepción que luego se difumina y disuelve en las contradicciones, incoherencia, contradicciones y olvidos de una historiografía que prefería precisamente dejar de lado la acción del pueblo.
Hoy, en el marco de este año centenario, echamos a andar esta carta con la seguridad de que servirá de punto de partida de futuras investigaciones, estudios y debates, que conduzcan a reconstruir la parte de la historia olvidada y oculta: la que pertenece a las grandes mayorías, hasta hoy utilizadas en favor y en función de intereses clasistas, pero que aguarda su tiempo de convertirse en la verdadera forjadora y protagonista de un porvenir distinto.
Agustín Blanco Muñoz
Mayo, 1997.
AMIGO MÍO
Necesito por estas letras, agradecerle aquella carta suya que fue a llevarme su saludo y su entusiasmo a mi celda de prisionero enfermo, donde la soledad oía cuentas al mar. No pude contestarle desde allí y tampoco fuera respuesta la corta comunicación que llevó “Jesús”. Ahora, sí, y quede reanudada nuestra correspondencia intervenida por un año de imposibilidades. Vanidoso me dio a sonreír su elogio, prodigado con el despilfarro de los generosos. ¡Defiéndeme contra las vanidades me celoso yo crítico, que ganas le dan a mi mediana de creerse “alto representante de la juventud de Hispanoamérica”! y vea que declara mi franqueza, no faltante el deseo de serlo, pero el conocimiento de mí mismo, mide exacta la estatura: peón jornalero en labores de belleza y libertad.
Con la palabra bella ha sido escrita, de lo que para engrandecerla y darle adorno humano y glorioso hemos de hacer, escribamos que esa preocupación de la libertad de los hombres necesitará todavía mucho decir y largo batallar.
La prisión no fue para el conjunto estudiantil, atajo puesto en el camino de su avance ideológico y antes, afirmación convencedora de lo que en muchos comenzara entusiasmo rebelde, no lo ha sido tampoco para los que poseyendo la clara noción de nuestras obligaciones, hemos trabajado conforme la situación y los medios lo han permitido. El nivel de la entereza moral se eleva y paralelo el de educación de un revolucionario porvenirista, cada día más completo y ya van dejando ver núcleo pensamental, que formará por agresiones, la gran unidad del mañana, en donde pondrá encajar ese partido que tanto nos escribiéramos, apto para representar “la revolución en el gobierno”.
Venezuela, por un desgraciado proceso de detallar, pero ya estudiado entre los nuevos, ha ignorado siempre la Revolución. Nuestras turbulencias, obedientes a personales ambiciones –ayudadas por una demagogia desaforada y por un intelectualismo cargado de teorías librescas y proyectado fuera de un campo que padecía necesidades naturales no observadas ni satisfechas- condujeron a la resultante fatal que nos tiene en prisión. Se peleó por términos abstractos, dentro de una ignorancia acaso absoluta y sin ninguna honda preocupación que se ocupara de la salud del pueblo. Por encima y al lado de la masa trabajadora del país, creció una turba cuartelaría, cuidada de mantener en pie por los caudillos, que engordaban a esperanza y profesión de derribar gobiernos.
Detrás de cualquier carátula vendida por retóricos del republicanismo y la constitucionalidad se verificaron todas nuestras “revoluciones”, a las que nunca, nunca informó un propósito firme de dotar al país de una civilización superior y conformada al medio, ni de imponer una norma y programa, que atendiendo a las necesidades reales –espirituales y económicas- aseguraran a sus postuladores en el mando, por el hecho sencillo de su cumplimiento. Codicia del erario público, como botín y medio el más seguro de enriquecerse al rápido, satisfacción de sensualidades desencadenamiento de soberbias, en los directores, completa carencia de conciencia nacional a pesar del idolatrismo heroicista y anulación del sentido de responsabilidad social, son para hoy el producto de cien años de vida republicana.
¡Sólo biología de individualismo primario actuando desenfrenadamente! Hegemonía del hombre sobre la sociedad. Fatigado el pueblo que no pudo encontrar en las llamadas “revoluciones” lo que esencialmente deben ser educación en grande escala y desde lo alto, dejó adueñar firmemente del poder a los últimos triunfadores de un pugilato en el cual había concluido por participar a puro cuento de posibles provechos de saqueo, y ejemplarizado de egoísmo vive esa vida de ente biológico solitario, de “monada” aislada que señala Leibnitz, tan distinta a la vida del ciudadano en la república democrática y sobre todo tan enormemente distante del “ser social”, entidad perfecta de un conglomerado donde triunfa el pensamiento, producto máximo de la colectividad humana.
Este centenario de desgracia historia de un pueblo parece que va a marcar el jalón para encaminar al primer mito. Así lo promete –si adversas circunstancias no detienen su marcha- el desarrollo de la conciencia juvenil. Elaboradores de ideas nuevas, estudiantes de una conciencia que, embargada de racionalismo científico, procede a base de moderno pragmatismo y formula cláusulas precisas, sacadas de la eficacia de los hechos; y, desligados para siempre del pasado por el severo juicio a que el pasado nos obliga, no nos presentamos como enemigos de un individuo, sino del individualismo biológico y de todo un régimen que debe quedar vencido. Esta evaluación total de concepto es sumamente importante y sirve señalar el nacimiento de una era venezolana que de alargarse en tiempos realizados, aparejará al país con las naciones que marchan de avanzada.
La tarea –considerable y muy seria- pide cierta implacabilidad en la lucha y un esfuerzo continuado y tenaz, así como una afirmación cada vez más precisa de los conceptos fundamentales. La nueva juventud tiene aquella e irá expresando éstos conforme el momento lo requiera.
Ya aquí, fue así cuando al constatar su divergencia de opiniones e ideas con elementos de quienes esperó guía para la búsqueda y la más completa orientación, los encontró encasillados en credos desacreditados por abstractos e imperfectos, y atrasados en la hora y el sentido actual de libertad y gobierno. Sabían que “un pueblo que acorta el paso ha cesado virtualmente de vivir”, que Venezuela lo trae atrás corto, y que aún sus opositores contra algún déspota, su “hombres representativos, pierden el rumbo, se desorientan, siguen creyéndose videntes cuando ya son estrábicos en vano intentan probar caminos, pues cambiar el derrotero no es seguir adelante, ni basta cambiarle para adelantar, que cuanto han capitalizado los ancianos en su memoria y los pueblos en su tradición, tanto disminuye su vitalidad creadora y fecunda para plasmar el porvenir” y que “la exigüidad del pasado es precisamente lo que hace capaces de nuevas culturas a los pueblos jóvenes, cuyo destino está en defenderse de todo senil tradicionalismo, que intente envenenar las fuentes que acrecerán al cáncer de su venidera grandeza”.
Lo sabían con Ingenieros y que el ensayista argentino les había agregado reafirmado: “La juventud de los pueblos nuevos debe vivir en tensión hacia el provenir más llena de esperanzas que de recuerdos. Mire con ojo amigo a las viejas estirpes que le ofrecieron de sus ubres las savias iniciales, pero no olvide que si es provechoso heredar algunas fuerzas vitales aún capaces de obrar, nada hay más funesto que apuntalar derrumbamientos de culturas decrépitas y repensar supersticiones de agonizantes abuelos”, y este conocimiento determinó su actitud estableciendo divergencia inamenguable.
En lo que se refiere a dar el esfuerzo requerido, voy conociendo acciones que esperanzan, ilusionando de alas en los hombros. Prólogo del empeño será sin duda la caída del barbaró.crata del momento. Entre tanto la primera parte del esfuerzo ha comenzado. Consistirá en hacer la obra pedagógica que el país necesita. Fundar escuela de revolución. Es la parte más penosa y exigente y la que mejor comprensión requiere: ya sus inicios son promesa de realizaciones totales. Es parte larga y laboriosa comprometida esta parte del cometido por las juventudes mexicanas del 917, peruana del 923, argentinas, uruguayas, ecuatorianas y boliviana de la última generación, los productos de la dedicación son los tiempos alcanzados.
Todas ellas saben que sólo puede afirmar que ha vivido una generación que deja a la que vendrá más de lo que recibió de la precedente y que los forjadores del porvenir en vez de aplicarse a usufructuar lo que es, obran en dirección de lo que va siendo. En Venezuela sólo Bolívar y su generación obraron así. Los demás, inclusive los que, partícipes en la gesta independentista, actuaron después en la República, abandonaron y traicionaron este principio. Lo que el país adeudaba a los Páez, Monagas y Mariños, como guerreros de la Independencia, le fue cobrado con creces por los “hombres de presa” –clase expoliadora y egoísta- que ellos fueron luego. El nuevo sentido crítico de la historia colocando al héroe en su lugar, desnudándole a ser humano, ha elevado valores y ha clasificado mejor, encasillando en adecuadas casillas a cada quien.
Lo he dicho y repetido y he de afirmarlo muchas veces más: nuestro mal proviene de no haber tomado en cuenta al pueblo como primer elemento de acción social. Camarillas oligárquicas, europeizadas su cultura y teoría política y celosa de conservar privilegios heredados de la española oligarquía, pugnaron contra el empeño democrático encauzado por caudillos a cuyo alrededor se agrupaba la turba cuartelaría y el sentimiento, mal definido y no explicado, de las mayorías, que después de dar soldados para una guerra de independencia y de “abolición del dominio del hombre por el hombre”, fijaban en un nombre -propósito- Guzmán, Falcón, Hernández, etc.- la realización de sus esperanzas, satisfacción de las necesidades de emancipación política y economía de los más.
Pero el caudillo vencedor y su grupo, como las vencedoras burguesías de la Francia del 94 y del resto de Europa del Siglo XIX, adueñadas del poder, traicionando la democracia se erigían en minoría explotadora, conduciendo a la población indígena a una creciente depauperación y arrebatándole cada día más toda esperanza de efectiva liberación. Unos desmoralizados aceptaron el vencimiento y continuaron bajo servidumbre como bajo ley natural, otros, los menos, que desde los comienzos descubrieron mejor la falsedad de los postulados, cultivaron como un medio de defensa económica y moral, su asilamiento, hasta llegar a la expresión de “monodismo” actual.
Coexistieron y coexisten pues cuatro clases:
1.- La Oligarquía goda, empeñada en salvar las preeminencias heredadas y que recurre el caudillo militar del origen democrático para defenderlas. Páez es el primer ejemplo de traición a los intereses de su clase, la mayoritaria, al hacerse jefe de estas aristocracias.
2.- La casta militar, surgida de la mayoría democrática, servida por los demagogos intelectuales y de donde se seleccionan los caudillos, a cuyo encubrimiento contribuye aquel anhelo y aquella necesidad de los más que ya he citado. Adueñada del poder, esta casta, aliada con hacendados y comerciantes, contribuye la oligarquía liberal.
3.- Los productores independientes, aristócratas y clase media del dinero “que no quieren saber de política”, pero que si no van al poder ni intervienen las luchas desencadenadas aprovechándose del orden de cosas y del sistema en calidad de explotadores del trabajo y mantenedores de la ignorancia.
4.- Y la clase trabajadora propiamente dicha –jornaleros del campo, obreros de la ciudad, conuqueros, pescadores, tribus indias, semi civilizadas, servidumbre doméstica y artesanía, clase de la numerosa, desatendida, explotada a base del sistema de trabajo servil y bajos salarios, heredado del período esclavista, y clase donde el ambicioso político recluta sus soldados por halago de saqueo ignorante de todo derecho y doctrina, enseñada a un amo, y que aquejada de apremiantes necesidades ante el espectáculo del goce y de la lujuria de los privilegiados, sirve al caudillo como medio para alcanzar el mando y la riqueza que proporcionan los placeres de que está privada.
La mayoría venezolana es pues individualista, pueblo compuesto de individuos, no de colectividades, se explica bien su personalismo como expresión política cada vez más alejados de doctrinas y programas, ajenos ya a todo sentimiento de solidaridad social, la atención y las convicciones convergen hacia el hombre único, y se reproduce en Venezuela –con una rapidez a la que da razón al período colonial- el proceso de descomposición de la República Romana, asentada sobre bases oligárquicas y explotadoras, o el proceso español desde la Reconquista.
Con estas condiciones y este espíritu, el triunfo del absolutismo personalista deviene un hecho natural. Otros países de América narran historia semejante, pero muchos han logrado superar el mal o atajarlo. Argentina, Uruguay donde la democracia camina ya con firmeza hacia la socialización, México, cuyo doloroso y terrible esfuerzo parece al fin culminar en éxito y EE.UU, que librados a poco de su nascencia, comienzan hoy la lucha de clases “de las dos clases únicas” –en que el materialismo científico divide a la sociedad- dentro del más alto ‘standard’ de vida conocido.
Considerado así el problema, las razones de ser de los partidos venezolanos del futuro resultan económico-sociales. Clásicas razones de ser de los partidos que realizan su cometido de civilización, lucha y progreso, en los países donde existen. La resurrección de las dos viejas banderías: conservadora y liberal, tremoladoras de fórmulas políticas importadas, resultaría una involución. Será el único haber, contra todos los daños, que le abonaremos al absolutismo, la destrucción de sus banderías históricas, absurdo político que hizo fracasar el natural desenvolvimiento económico del país. No a la existencia de partidos, mal gravísimo, porque anula la vida nacional y la pervierte.
Yerran los que creen elogiar a un Jefe de Estado declarándole liquidador de todos los partidos existentes, en realidad anuncian que aquel hombre secciona las vías arteriales de su pueblo. pero aquí el prolongado período de inanición de los viejos partidos, ha permitido a las generaciones que nosotros somos, libres de obligaciones y apasionamientos, hacer su crítica, descubrir su falso basamento y desalojarlos en el tiempo, sustituyéndolos por el deseo de los que han de venir, acodes con las necesidades autóctonas y reales y con la verdad contemporánea.
Algunos supervivientes del fenecido plataformismo político, adeptos de las fórmulas democrático-parlamentarias estilo franco-inglés y con mistura yanke, crean en la reminiscencia de este credo como bandera de lucha y agrupación en nuestro medio. Criminal resultaría ni rectificar no proceder conforme lo exigen nuestras condiciones naturales, la observación y los procedimientos y el suceso de caos similares en Estados extranjeros. Ejemplos estos últimos que sólo deben servir como simples referencias útiles. México solucionando el problema del reparto agrario, la cuestión de las indiadas y de los petróleos, minas y nacionalización del capital y la propiedad extranjeros. Argentina resolviendo a formas peculiares el viejo pleito unitario federalista, legislando para reducir el latifundio existente e impedir la formación de otros, nacionalizando industrias, minas ferrocarriles, impulsando la inmigración y sometiéndola a método científico.
Uruguay creando su Consejo de Administración Económica –hoy parodiado por naciones europeas y su sistema de coparticipación y control de los partidos, que acabó con las guerras civiles, y todos desanalfabetizando y poblando, así como favoreciendo la formación de muy diversos partidos –donde expresadas bien distintas doctrinas el estímulo y la sanción se desarrollan-, creando con rapidez una conciencia pública, consciente de su responsabilidad histórica, son sin duda nuevas lecciones para sacar de ellas lo que más nos convenga y necesitemos, campos de experimentación cuyos resultados prácticos debemos aprovechar adaptando y asimilando, nunca copiando servilmente, porque cada país debe dar su expresión característica, cosa no considerada por los legisladores venezolanos transportadores de Constituciones y códigos extranjeros a un medio que les era exótico, perfectamente distinto.
Ya colocado en este punto, podemos trabajar el tema de nuestra correspondencia ininterrumpida. ¿Cuál debe ser el partido venezolano de juventudes y cómo construirlo? Pero ya será materia para otros días, en cuyo entretanto habré recibido su respuesta, con observaciones y consideraciones a la presente.
No concluiré sin decirle que la actitud pensamental del gran grupo avanzado entre el conjunto estudiantil, iguala en conceptos con el grupo que hoy formamos aquí dentro unos cuantos, haciendo el único núcleo que prepara y se prepara en constante labor de preocupabilidad porvenirista. Los demás quedan individuos aislados, producto neto del proceso relatado y que han de resultar barridos por la nueva corriente revolucionaria, destructiva y constructiva a un tiempo. Los que así lo sienten o presienten se preparan para una defensa que echará quizás las bases de un partido o aglomeración opositoras conservadoras de ciertos privilegios y de una letra muerta: la resurrección de un constitucionalismo que debe abolirse para crear otro original y nuestro.
¡Ojalá algunos bien intencionados no se equivoquen engrosando filas destinadas al fracaso! Filas tal vez gubernamentales en el primer momento, pero reducto último de un pasado vestido de espejismo y de retórica plagiada, destinada a una rápida derrota porque no llegarán jamás a representar el deseo del pueblo ni podrán satisfacer sus necesidades. Nosotros sí. ¡El futuro será nuestro, de los que agarramos el porvenir con la mano para moldearlo con líneas de ciencia y arte nuevo!
Van saludos de compañerismo para todos. Un voto por la mejoría de Gómez Rubio, de Mc Gill y de los demás enfermos y un abrazo cordial para el amigo cordial.
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